Un día de navidad, después de comer,
recibí una llamada del Departamento de Seguridad de Kutxabank. La mujer que llamó
me comentó que había una pequeña compra, algo menos de treinta euros, que se
salía de mi “perfil de compras”. Le pregunté de que se trataba aquel importe,
ella me contestó que estaba a nombre de Facebook1234x, y que desconocía su
origen. Durante unos minutos, estuve comprobando en mi perfil de Facebook a ver
si mi tarjeta estaba vinculada a esta red social, pero no fue el caso. Entonces,
comencé a sospechar que alguien estaba utilizando el nombre de Facebook1234x
para “robarme” poco a poco el dinero de mi cuenta bancaria. Por lo tanto,
decidí cancelar la tarjeta de crédito por seguridad.
Días después, mi padre, que
habitualmente es quien consulta los cuentas de la familia por Internet, me dijo
que mi tarjeta no había sido cancelada, puesto que había veinte cargos más por
valor de seiscientos euros al mismo nombre, Facebook1234x. En cuanto lo supe me
acerqué a la oficina de Kutxabank más cercana para cancelar la tarjeta en
persona, para que no hubiera ningún fallo. Para poder denunciar el supuesto
robo tuve que ir, primeramente, a la Ertzaintza a notificar la desaparición de
aquel dinero, y seguido, a Kutxabank a
rellenar unos cuantos papeles. El banco, tras entregar todo el papeleo y un mes
investigando mi caso, me devolvió todo el dinero que faltaba en mi cuenta.
Agradezco el trabajo que cumple el
Departamento de Seguridad, pero por otra parte, desde aquella llamada tengo la
sensación de que estamos constantemente vigilados y controlados. Es extraño que
por un pequeño importe, en un sitio en el que nunca había comprado, sospecharan
que yo no lo había realizado. No sé si fue casualidad que en aquel
momento alguien de Seguridad estaba consultando mi cuenta o en verdad “saltó la
alarma”.
Audio de la narrativa
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